La historia de Henri Landru, un asesino en serie conocido como Barba Azul y originario de Francia, comienza en 1908. Ese año, contando con 39 años de edad, se embarcó en un negocio turbio que acabaría costando la vida de diez mujeres, un hombre y dos perros.
Landru era un estafador, un maleante que ya había estado preso en varias ocasiones. Era un hombre de baja estatura y calvo, cuyas pobladas cejas le daban un aire de asombro continuo. Era inteligente, ruin y romántico, además gozaba de un apetito sexual voraz. Desde que empezó a matar, principalmente para apropiarse del dinero y bienes de sus victimas, la mayoría de éstas fueron viudas francesas, mujeres que coincidían en llevar una vida solitaria y miserable. Los homicidios se llevaron a cabo entre 1914 y 1918, siguiendo una pauta parecida en todos los asesinatos: Landru publicaba un anuncio en los diarios de París en los que se presentaba como «viudo con dos hijos, de posición respetable y muy serio» que deseaba conocer a «una viuda dispuesta a contraer matrimonio». Concertaba entonces una cita, la relación florecía y finalmente la viuda desaparecía.
Las primeras cinco victimas sucumbieron en su villa de Chantilly. Durante un tiempo cortejó a una tal madame Cuchet. Tras una ruptura, la mujer se presentó en el domicilio de Barba Azul acompañada de su familia para intentar una reconciliación. Landru no se encontraba en la casa, y la familia advirtió a madame Cuchet que éste hombre parecía ser un tipo engañoso y de poca confianza. Pese a ello, madame Cuchet y su hijo pequeño se trasladaron a vivir con Landru y nunca más se supo de ellos.
En 1917, Landru se fue a vivir a una casa nueva en Gambais, a unos 40 km al oeste de París. En ella instaló un enorme horno de hierro fundido y esperó dos años antes de asesinar de nuevo. Los vecinos de Landru empezaron a notar que un humo negro y pestilente emanaba de la chimenea de la casa. Allí se cometieron al menos cinco asesinatos más, pero en 1919 la racha de suerte llegó a su fin. Una tal mademoiselle Lacoste buscaba a su hermana desaparecida, madame Buisson, de la que se sabía que vivía en una casa de Gambais. Madamoiselle Lacoste encontró la casa, pero estaba desocupada. El alcalde le aconsejó que se pusiese en contacto con la familia de la también desaparecida madame Collomb. Empezó una casería, y no pasó mucho tiempo hasta que mademoiselle Lacoste vio a Landru saliendo de una tienda en París, allí fue detenido.
Fueron necesarios dos años para llevar a Juicio a Landru, pero una vez procesado el jurado apenas pasaron 25 minutos para que fuera declarado culpable de 11 cargos de asesinato. Fue condenado a la guillotina y ejecutado en febrero de 1922. En su última mañana se negó a oír misa y rechazó la tradicional copa de coñac que le ofreció el carcelero. Pese a que siempre negó los cargos, 50 años después de su muerte se encontró una confesión escrita oculta entre diversos dibujos que había realizado en prisión. Actualmente su cráneo se encuentra en exhibición en el Museo de la Muerte de Hollywood, Los Ángeles.
Información extraída del libro: Crímenes (Nick Yapp)