La noticia se difundió por España y pronto acudieron al lugar expertos en fenómenos sobrenaturales. El principal desafío de éstos, como siempre fue discernir si las apariciones eran reales o si se trataba de un fraude. Uno de ellos, Germán de Argumosa, consideró que las apariciones eran producto de la energía psíquica liberada por María Gómez Cámara, la señora de la casa, al reaccionar con el hollín y la grasa de la cocina. Un hecho que apoya esta hipótesis es que cuando ella estuvo en el hospital, los rostros desaparecieron provisionalmente. Desde entonces empezaron a aparecer miles en distintas habitaciones de la casa; algunos se transformaron en cruces, torsos femeninos desnudos y caras de animales.
En 1989 un comité especial de la Asociación Parapsicológica de Cádiz registró fotográficamente las imagenes. Al año siguiente un equipo de investigación de esa clase de fenómenos, encabezado por el jesuita José María Pilón, siguió indagando sin descubrir truco alguno. El Consejo Superior de Investigación Científica de España no halló rastros de pigmentos o pintura. Los escépticos sostienen que se trata de un fraude consistente en crear manchas en el cemento que, por el fenómeno de pareidolia (que provoca ver imágenes reconocibles en manchas o elementos naturales), comenzaron a ser identificadas como rostros.
En el libro 'Las caras de Bélmez', Francisco Máñez y Javier Cavanilles, redactor del diario 'El Mundo', afirman que los primeros rostros fueron pintados con la complicidad de la familia de María Gómez Cámara (o por la familia misma) y luego los propios investigadores paranormales agregaron otros más con la intención de hacer parecer más interesante el fenómeno.
Información extraída de la revista: Muy Interesante (Octubre 2012)