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Brady y Hindley: los asesinos de los páramos

Uno y otro llegaron a ser la encarnación del mal. La sola fotografía de Myra Hindley (con el cabello teñido de rubio, los ojos oscuros y amenazadores, el labio inferior formando un puchero y vestida con lo que irónicamente pareciera ser un uniforme de mujer policía) permanece en la memoria de muchos como el ejemplo de la maldad y demencia existente en este mundo.


El terror comenzó en 1961, cuando la empresa en la que trabajaba Brady contrató a una nueva secretaria. Brady era un admirador de los nazis, de Nietzsche y del marqués de Sade, inteligente de forma patológica y de escasa cultura. Hindley, la nueva secretaria, cayó de inmediato rendida a sus encantos y se convirtió en su amante. Ella estaba bajo su influjo, pero al mismo tiempo influía fuertemente sobre Brady. Podríamos decir que se complementaban, una y otro eran como dos ingredientes de un cóctel letal.

El primer asesinato se produjo el 12 de julio de 1963, y fue Hindley, quien trajo a su coche a la primera victima: Pauline Read, una joven de 16 años que regresaba a casa caminando tras asistir a un baile en Manchester. Hindley se ofreció para llevarla a casa pero condujo a la muchacha hasta Saddleworth Moor con la excusa de haber perdido un guante allí. Le dijo a Pauline que le regalaría una colección de discos si la ayudaba a encontrarlo. Sin embargo, su trágico destino ya estaba planeado: sería violada y asesinada. Brady llegó al páramo en motocicleta y esperó a que llegara Hindley con su victima. Este procedimiento se repetiría cada seis meses durante los siguientes dos años. Por fin, en octubre de 1965, Brady y Hindley cometieron un error: invitaron a David Smith, cuñado de Hindley, para que les acompañara esa noche. Brady lo había estado preparado durante meses y creía que ya estaba listo para participar en sus violaciones y asesinatos.


El 6 de octubre por la noche, Smith llegó a casa de Brady y Hindley, le sorprendió verlos matando a hachazos a una victima de 17 años. Quedo horrorizado. Hizo cuanto pudo para limpiar las huellas del crimen y esconder el cuerpo, juró que mantendría la boca cerrada y a continuación fue a su casa y confesó lo que había pasado a su esposa Maureen, la Hermana de Hindley. Ella fue la que le convenció de denunciarlos con la policía. Seis meses después, tanto Brady como Hindley fueron condenados a una pena mínima de 30 años en prisión por el asesinato de 5 jóvenes. Se les denegó el permiso para contraer matrimonio dentro de la cárcel y continuaron su relación por correspondencia, pero con el paso del tiempo fueron distanciándose uno del otro. Hindley mantuvo sus protestas de inocencia hasta 1986 y falleció en 2002, tras pasar 36 años entre rejas. Brady declaró en numerosas ocasiones que no deseaba salir en libertad y pidió permiso para dejarse morir de hambre.

Información extraída del libro: Crímenes (Nick Yapp)



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