Durante el periodo de la Guerra Fría, los procedimientos de control mental desarrollados por potencias pertenecientes tanto al bloque comunista como al capitalista, se usaron para la creación o "programación" de individuos que jugarían el papel de agentes encubiertos. Ciudadanos comunes y corrientes que tras ser sometidos a un proceso de manipulación cerebral a través de prácticas en las que se les "lavaba el cerebro" podían convertirse en una especie de asesinos a control remoto, incluso en espías expertos. Pero una vez que la Guerra Fría llegó a su fin, el control mental dejó de utilizarse en un ambiente de confrontación y las técnicas desarrollaras fueron modificadas para adaptarlas a nuestra vida cotidiana.
El programar a un individuo con una personalidad alterna se ha convertido en un arma usada contra un mundo globalizado en el que las culturas de todas las naciones están entrelazadas. De esta manera, los métodos de control mental se han adaptado a la industria del entretenimiento (música, series televisivas, películas, telenovelas, eventos masivos, modas, etc.). Así es que gran parte de la población mundial se ha sentido conforme con la "cultura popular", convirtiéndose en fieles siervos del consumismo, la constante búsqueda del placer individual y los vicios que nos vuelven vulnerables y sumisos a los intereses de la élite dominante.
