Todo comenzó en torno a un partido de fútbol
americano entre alumnos de la Vocacional 2 del Instituto Politécnico
Nacional y alumnos de las preparatorias Isaac Ochoterena, incorporada a
la UNAM, ocurrido el 2 de julio de 1968.
Los granaderos disolvieron la gresca y con lujo de violencia ingresaron
a las instalaciones de la Vocacional. Ése fue el punto de partida de un
movimiento estudiantil al que pronto se incorporaron diversos sectores
de la sociedad que anhelaban mayor participación y derechos políticos. Las marchas, los desplegados y las muestras de inconformidad se
multiplicaron en las semanas que antecedieron a la inauguración de los
Juegos Olímpicos de 1968, cuando la atención internacional estaría
concentrada en México.
Temerosos de verse desprestigiado el
gobierno de Díaz Ordaz, en circunstancias cuyos detalles específicos aún
no conocemos del todo, buscó ponerle punto final al movimiento y ordenó
llevar a cabo una matanza injustificada de los participantes de un
mitin celebrado el 2 de octubre (10 días antes de la inauguración de los
Juegos Olímpicos) en la Plaza de las Tres Culturas de Tlatelolco, las
estimaciones varían, pero se sabe que murieron, por lo menos, 200
personas o, por lo más, 1,500. Se desconoce el numero exacto ya que los
cuerpos fueron recogidos y lanzados al mar desde aviones militares.
En 2003 salieron a la luz diversos documentos de la inteligencia
estadounidense conservados en el Archivo Nacional de Seguridad, en los
que se revela la inquietud que el movimiento estaba provocando en el
país fronterizo, el mismo año en que otros movimientos estudiantiles
(como el de Francia en el mes de mayo) habían puesto en duda el modelo
de sociedad y gobierno establecido después de la Segunda Guerra Mundial. En una nota del 14 de junio, la embajada de Estados Unidos asentó que
el gobierno mexicano contaba con recursos suficientes de control para
impedir que el movimiento escalara: "El gobierno cuenta con diversos
medios para impedir e influenciar la opinión de los estudiantes, y ha
mostrado capacidad y voluntad para tomar medidas enérgicas de forma
decidida hasta la fecha con efectos saludables, cuando el malestar
excede lo que se consideran límites aceptables. Además, las
manifestaciones estudiantiles, aunque generan mucho interés en los
medios, carecen de fuerza para llevar a una crisis nacional.
De acuerdo con los documentos, el Pentágono facilito la entrega de
armamento al gobierno mexicano y el adiestramiento de militares para el
control de disturbios. Estados Unidos, por un momento, creyó que las
afirmaciones de Díaz Ordaz según las cuales la Unión Soviética se
hallaba detrás de movimiento estudiantil, mismas que luego puso en duda. Documentos del FBI y la CIA indican que el arquitecto de la masacre fue
Luis Echeverría, en aquel entonces secretario de Gobernación, quien
organizó un grupo de respuesta estratégica para contener la crisis de
los estudiantes.
Tras la matanza de Tlatelolco, en Estados
Unidos surgieron serias dudas sobre la teoría del gobierno de acuerdo
con la cual los estudiantes habían iniciado los disparos. Sin embargo,
días mas tarde el gobierno de aquel país optó por prestar su apoyo
incondicional al régimen, aun a sabiendas de lo turbio de los hechos.
Muchos de los archivos estadounidenses sobre Tlatelolco continúan
clasificados.
Información extraída de la revista:
Muy Interesante (Enero 2013)