Las charrascas son heridas auto-infligidas por una persona que ha estado en la cárcel, con la navaja de un sacapuntas o un rastrillo, normalmente después de que se le ha dado a conocer su condena. Estas deben dejar cicatrices prominentes y voluminosas, con la intención de que puedan observarse a simple vista. El objetivo es mostrar a los demás presos que quien las lleva tiene experiencia delincuencial y por lo tanto carcelaria, algo que en las cárceles da cierto grado de superioridad y liderazgo. Al mismo tiempo, las charrascas juegan el papel de estigmatizar a la persona que ha estado reclusa una vez que ha alcanzado la libertad. Es como llevar de por vida marcas que manifiestan "he estado en la cárcel".
Muchos antiguos presos han asegurado que una vez en la calle las
charrascas se prestan para despertar la desconfianza de las personas, al
momento de buscar empleo o acercarse a alguien para cualquier cosa.
Incluso, en algunos casos los marcados siguen siendo acosados por la
policía, quien los insulta y amenaza de volverlos a encerrar, algunas
veces hasta se ha hablado de extorsiones.
Las autoridades tratan de evitar la autoflagelación de los reos por medio de actividades laborales, deportivas y artísticas, pero parece que es una práctica muy arraigada que se repite frecuentemente, pues lo que antes era ley se ha convertido en una tradición carcelaria. Hoy sólo se las hace quien así lo decide, ya nadie es obligado. Todo se remota a cuando las cárceles eran controladas por autoridades militares y llevaban a cabo ejercicios de milicia, donde los presos conocieron los rangos y las insignias, así como la importancia de sus significados. Desde entonces se volvió interesante para muchos marcarse con tres lineas (verticales u horizontales) muy notorias para dar una imagen de rudeza y experiencia ante la comunidad carcelaria, y un recuerdo visible de haber pasado por la prisión al recuperar su libertad.
Las autoridades tratan de evitar la autoflagelación de los reos por medio de actividades laborales, deportivas y artísticas, pero parece que es una práctica muy arraigada que se repite frecuentemente, pues lo que antes era ley se ha convertido en una tradición carcelaria. Hoy sólo se las hace quien así lo decide, ya nadie es obligado. Todo se remota a cuando las cárceles eran controladas por autoridades militares y llevaban a cabo ejercicios de milicia, donde los presos conocieron los rangos y las insignias, así como la importancia de sus significados. Desde entonces se volvió interesante para muchos marcarse con tres lineas (verticales u horizontales) muy notorias para dar una imagen de rudeza y experiencia ante la comunidad carcelaria, y un recuerdo visible de haber pasado por la prisión al recuperar su libertad.