El 4 de julio de 1850 Zachary Taylor, el duodecimo presidente de Estados Unidos y a quien todos conocían como "el viejo campechano", se sentó a comer en su jardín tras poner la primera piedra del monumento a Washington. Según las crónicas, el almuerzo consistió en verduras frescas, cerezas y suero de leche helado con el fin de calmar el insoportable calor que hacía. A los pocos minutos comenzó a sentirse mal, y a los cinco días, el 9 de julio, falleció en su cama, en medio de terribles dolores y después de una lenta agonía.
El cuadro sintomático de su muerte, coincidente a una ingesta de arsénico, y el momento histórico en el que se produjo, fueron elementos que despertaron en los historiadores la sospecha de que Taylor pudiera haber sido envenenado. No en vano, su oposición a los sudistas (parte del pueblo norteamericano que defendía la esclavitud y proclamaban la independencia de los estados del sur) era más que notoria y su muerte no hizo más que precipitar el estallido de la Guerra de Secesión estadounidense: una lucha de dos tipos de economías totalmente distintas, una industrial-abolicionista (Norte) y otra agraria-esclavista (Sur). Nadie pudo jamás probar ni desterrar esa sospecha, hasta que en 1991 el afamado antropólogo forense William R. Maples, perteneciente al Museo de Historia Natural de Florida, obtuvo los permisos para exhumar los restos del exmandatario. "El antiguo presidente había quedado totalmente reducido a huesos. El cráneo presentaba abundante pelo adherido a él. Las pobladas cejas del difunto seguían siendo visibles pegadas a los bordes supraorbitales, por encima de las cuencas de los ojos", así describió Maples en sus memorias sobre aquel instante.
Tras la apertura de su ataúd, extrajo diversas muestras del cuerpo. Pelo de la cabeza, esquirlas de huesos, algunas uñas caídas de los pies, etcétera. Todo para averiguar si aún quedaban restos de arsénico en el cuerpo, cosa que no se pudo comprobar. De ese modo, quedó científicamente demostrado que "el viejo campechano" murió de causas naturales. "Es muy posible que el presidente padeciera una simple infección intestinal. Tal vez la verdura y las cerezas que comió estaban contaminadas", escribió William R. Maples en su informe final.
Información extraída de la revista: Muy Interesante (especial Grandes Magnicidios)