Según la tradición, el amo de Guinefort salió un día de su casa dejando solos al perro y a su hijo, al volver, el perro lo recibió con cariño, moviendo su cola como muestra de alegría como era normal al ver a su amo llegar a casa. El hombre notó que Guinefort tenia el hocico manchado de sangre e imaginó lo peor: que en su ausencia, el perro había atacado a su hijo. Entrado en cólera, el hombre tomó un bastón y arremetió a golpes contra el indefenso animal hasta matarlo. Al buscar a su hijo se dio cuenta de que había cometido un error, pues el niño se encontraba sano y salvo recostado en su cuna, luego se dio cuenta de que en el suelo había una víbora muerta. Guinefort la había destrozado a mordidas para evitar que se acercara al niño. El hombre arrepentido tomo los restos del noble can y se dirigió al bosque para enterrarlo. Tiempo después la triste historia se difundió por todo el pueblo. La personas acudían a la pequeña tumba de Guinefort para hacerle oración, le dejaban veladoras e incluso había quienes le hacían peticiones para que les protegiera a sus hijos de todo mal. Poco después, empezaron a circular rumores de milagrosas curaciones gracias a la intervención divina del perro.
Con el paso del tiempo, Guinefort llegó a ser visto como un mártir y hasta un santo, pero no reconocido por la Iglesia. Se dice que se consideraba un acto de herejía el hecho de mostrar cualquier tipo de inclinación religiosa hacia el perro, aun así un culto muy fuerte prevaleció hasta 1930. Actualmente hay quien siga creyendo en Guinefort como un santo capaz de realizar milagros. Cada 22 de agosto se celebra como un santo protector de niños.
Fuentes:
eluniversal.com.mx
laruedadelmisterio.blogspot.mx
wikipedia.org