Muchos médicos han sido acusados justa o
injustamente de intervenciones siniestras. Su profesión les pone a
menudo en contacto con personas frágiles y vulnerables, y les
proporciona medios más que suficientes
para cometer asesinatos, si tal es su deseo. Y éste era el deseo
recurrente de Harold Shipman, de Todmodern, West Yorkshire y Hyde, en el
área metropolitana de Manchester (Inglaterra).
El informe
publicado por una jueza del Tribunal Superior de Inglaterra en enero de
2005 cifraba en al menos 250 el número de pacientes fallecidos a manos
de Shipman a lo largo de sus 27 años de profesión. Dame Jane Smith, la
autora del informe, señalaba: "Creo que es muy posible que matase a
pacientes a última hora de la tarde para evitar urgencias a medianoche.
Opino que tal vez mató a pacientes cuya muerte era inminente pero que
ocupaban camas muy necesarias para otros enfermos. Creo también que es
muy probable que eliminase a pacientes que irritaban a los que
consideraba indignos". La cuentas del propio Shipman superan en mucho
las del informe. Durante su estancia en prisión confesó haber acabado
con 508 vidas.
El doctor Shipman, de quien se cree que cometió
su primer asesinato un año después de obtener el título de medicina, se
ganaba la vida con la muerte. No cabe duda de que a los 33 años, cuando
empezó a trabajar en Hyde, la costumbre se había transformado en hábito.
En 1985 la policía investigó el posible asesinato de uno de sus
pacientes, pero la cosa no pasó a mayores. Las muertes continuaron hasta
junio de 1998, mes en el que Kathleen Grundy, de 81 años, falleció
repentinamente. La hija de ésta acudió a la policía tras descubrir que
su madre habia redactado un nuevo testamento en el que legaba a Shipman
las 350.000 libras de su herencia. Shipman fue acusado del asesinato de
Kathleen Grundy, y durante los tres meses siguientes se procedió a la
exhumación delos cadaveres de nueve de sus pacientes. El 13 de enero de
2004 Shipman apareció ahorcado en su celda.
Información extraída del libro: Crímenes (Nick Yapp)