Muchas de las celebridades son victimas que, por medio de engaños han sido sometidas a un proceso de control mental, por lo que estando moldeadas ejecutan acciones de manipulación masiva, promoviendo el consumo de drogas, el sexo promiscuo, adoptar estereotipos y actitudes consumistas inconscientemente. Han sido atraídos por la fama y la ambición a cambio de jugar con su integridad y, al ser objeto de acusaciones, simplemente las niegan de manera enfática y sistemática, pues ellos mismos ignoran lo que ha ocurrido con su imagen. Un claro ejemplo es Miley Cyrus.
La élite dominante se ha ocupado de fragmentar la consciencia de estas celebridades en una serie de personalidades distintas e individuales. Como resultado, exhiben comportamientos que se asemejan a los de personas esquizofrénicas o de pacientes con un problema mental llamado trastorno de personalidad límite. Con regularidad ocurre que, una vez que este artista ha sido sometido al proceso de control mental, un alter-ego (otro yo) sale a la luz para ser él quien haga frente a la atención mediática. Esta duplicidad no constituye la simple intención de dominar a la persona, sino que es indicio de un acontecimiento más profundo y traumático.
El artista se convierte en testigo de la manera en que su personalidad ha comenzado a fragmentarse, siendo una experiencia traumática el saber que ha sido victima de manipulación, en esta etapa prefiere retroceder y ceder su lugar a su "otro yo" sin oponer resistencia alguna. Son testigos de sus actos pero no pueden controlarlos, no entienden los motivos de su comportamiento. Con el paso del tiempo alcanzan a darse cuenta del plan siniestro en el que están envueltos, y es cuando llega la hora de abandonarlo todo o seguir colaborando. Si el artista elige abandonarlo todo, a esto le sigue la destrucción y ridiculización de su imagen, como sucedió con Michael Jackson. Si la celebridad intenta revelar lo que hay detrás del telón simplemente es eliminado.
Información consultada en el libro: Los Illuminati (Jacob Bolesco)
