Desde que el cine y la televisión fueron inventados, la élite dominante ha sabido utilizarlos como herramientas para difundir contenidos gráficamente violentos. Exponen al espectador a representación de confrontaciones escenas bélicas, asesinatos, humillaciones y diversos actos de destrucción. En el plano de la consciencia, el espectador cree que simplemente se está entreteniendo, pero su subconsciente interpreta ese contenido como agresiones reales y termina por acumular temor y agresividad. Así, la personalidad de los individuos comienza a descomponerse desde dentro, a causa del desacuerdo que existe entre la consciencia y el subconsciente.
Hay también otros factores que acentúan el estado de crisis mental. Tras décadas de experimentación, los proyectos establecidos por quienes buscan dominarnos han llegado a la conclusión de que la mejor manera de mantener a las masas sumisas y vulnerables es cuando están bajo el efecto constante de narcóticos, así que han trabajado para introducir estas drogas al entorno cotidiano de los individuos.
Existe una amplia variedad de drogas al alcance de cualquier persona; sin embargo, ya no distinguimos su verdadera naturaleza debido al lugar que ocupan en nuestros hábitos cotidianos y entorno sociocultural. Esta naturaleza encubierta es la que define el significado que le otorgamos a sustancias como el café, la nicotina o el alcohol (mencionando sólo las drogas legales), y como consecuencia hemos desarrollado una indiferencia ante el hecho de que consumimos narcóticos con regularidad y por voluntad propia.
La élite no sólo ha logrado mantenernos sedados, sino que también han sido capaces de hacer que nosotros mismos administremos estas drogas a nuestro organismo.
Información extraída del libro: Los Illuminati (Jacob Bolesco)
