A lo largo de los años 30, Nikola Tesla se dedicó a desarrollar un proyector de fuerzas electromagnéticas capaz de producir una especie de "rayo de la muerte" que destruiría todo a su paso. Llevó a cabo experimentos preliminares, uno de los cuales tuvo lugar en 1908 en la Torre Wardenclyffe, donde Tesla había establecido su laboratorio. Logró desatar, desde su ubicación en Estados Unidos, la fuerza suficiente para devastar una extensa zona boscosa en Siberia. A este incidente se le conoce como el Evento de Tunguska y el efecto que tuvo fue completamente inesperado. En ese entonces, Tesla apenas vislumbraba el poder destructivo que podría tener la manipulación de las fuerzas electromagnéticas.
Este proyecto no fue desarrollado totalmente debido a los malentendidos entre Tesla y el hombre que financiaba sus investigaciones, el influyente banquero estadounidense J. P. Morgan Jr. quien, al margen de su vida pública, pertenecía a los Illuminati (coincidentemente, en los años posteriores la institución bancaria que el fundó sería administrada por numerosos miembros del Bohemian Club).
El supuesto malentendido entre Tesla y el banquero fue orquestado meticulosamente para que el científico sólo desarrollara los planos preliminares de esta arma, posteriormente equipos de especialistas bajo las órdenes de los Illuminati la perfeccionarían. Así, los prototipos y esquemas de este letal instrumento le fueron robados. Tesla habló infinidad de veces sobre la existencia de tal aparato pero nadie le creía, sus palabras eran ignoradas. El destino del "rayo de la muerte" quedó envuelto entre el misterio y la especulación, no se tendrían más noticias de dicho artefacto hasta muchos años después, cuando la existencia de la Estación HAARP salió a la luz pública en los últimos años del siglo XX. Así pues, además de envolver a Nikola Tesla en un manto de desprestigio, los Illuminati también se hicieron del control de muchas de sus invenciones.
Información extraída del libro: Los Illuminati (Jacob Bolesco)
