Pio XI era un Papa vital, culto, estudioso y
deportista que gobernó entre 1922 y 1939. Le tocó guiar a su rebaño en
tiempos muy difíciles para Europa y para la Santa Sede. Pese a haber
firmado con Mussolini en 1929 los
acuerdos de Letrán, que constituyeron a la Ciudad del Vaticano como un
Estado independiente dentro de Italia, el dictador nunca reprimió las
críticas del Papa hacia los totalitarismos.
Pio XI no vacilaba
en ganarse honestamente temibles enemigos. Criticó tanto al comunismo
como al fascismo, y se negó a entrevistarse con Hitler cuando éste
visitó Roma. Cuando la guerra era ya inminente, Pio XI ofreció su propia
vida si esto servía para traer la paz. El gesto conmovió a la opinión
pública, pero no a los gobiernos contendientes.
El valeroso
pontífice murió en 1939, justo un día antes de pronunciar una encíclica
que criticaba duramente al fascismo y el antisemitismo. Nunca se
aclararon las causas de su inesperado fallecimiento. Se dice que
Mussolini dio la orden de asesinarlo y que el ejecutor fue el médico
personal del pontífice, que casualmente era el padre de la amante del
dictador, Clara Petacci. Si es que damos crédito a la teoría, al doctor
Petacci no le habría resultado difícil acceder a los aposentos de Pio XI
para suministrarle algún veneno letal.
Información extraída del libro:
Más Allá de Ángeles y Demonios (René Chandelle)