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La verdad sobre la independencia de México

A todos los mexicanos nos han engañado desde la primaria, enseñándonos que el héroe de la independencia es Miguel Hidalgo y Costilla, cuando en realidad el honor le pertenece a Matías Monteagudo, un hombre que casi nunca es mencionado en los libros de historia. Hidalgo, a pesar de que inició su guerra al amparo del estandarte de la Virgen de Guadalupe, fue fusilado el 30 de julio de 1811, apenas unos meses después de comenzada rebelión, la cual estalló porque Fernando VII había sido depuesto del trono por Napoleón Bonaparte.

"Viva la Religión. Viva nuestra Madre Santísima de Guadalupe. Viva Fernando VII. Viva América y muera el mal gobierno" fue el verdadero grito de Hidalgo, quién no demandaba la independencia de México, no estaba interesado en promover el rompimiento con la España Monárquica. En realidad fue Agustín de Iturbide quien consumó la independencia de México gracias al patrocinio político, económico y militar de Monteagudo y la Iglesia Católica, un hecho que ocurrió cuando Hidalgo ya tenía diez años de haber sido fusilado.

Matías Monteagudo
Matías Monteagudo, un sacerdote católico de ideología monárquica, es el verdadero padre de la patria. Él y un grupo de sacerdotes pertenecientes al altísimo clero fueron los que finalmente rompieron con España y lograron la independencia, y para ello contaron con el apoyo de latifundistas, magnates del comercio, militares de alto rango, distinguidos integrantes de la magistratura, criollos destacados, funcionarios y burócratas sobresalientes, todos ellos deseosos de conservar su patrimonio y sus privilegios políticos.

Al pueblo se le concedería el crédito de haber promovido y logrado la independencia, aunque la verdad es que ésta se pactó en el interior de las sacristías, en particular en el templo de La Profesa, en una serie de reuniones celebradas en 1820. En aquellas juntas presididas por Monteagudo se tenía un objetivo preciso: Crear una confabulación armada en contra de la España liberal, que sería llevada a cabo por el grupo más reaccionario de la sociedad, un conjunto de personajes fanáticamente adictos a la monarquía absoluta y a la Iglesia Católica.


Para Monteagudo, y especialmente para la Iglesia, las disposiciones liberales de la Constitución de Cádiz promulgada desde España eran inadmisibles, por eso habían escandalizado tanto a la Iglesia Católica, pues dicha constitución ordenaba la desaparición de la Inquisición, la abolición de el fuero eclesiástico, la reducción del valor de los diezmos, que se subastaran los bienes del clero y que se permitiera la libertad de imprenta y de prensa. La Iglesia Católica nunca aceptaría una disminución de sus ingresos y tampoco se resignaría a la perdida de su influencia y del poder político y militar que había disfrutado durante trecientos años de dominación española.

Bien decía una frase Iturbide: "La independencia de la Nueva España se justifica sólo para proteger a la religión católica".

La Iglesia Católica tenía una mejor estructura que el gobierno: diez diócesis, mil parroquias y casi trescientos conventos y monasterios. Asimismo, la Iglesia de Cristo, además contaba con policía secreta y sótanos de tortura. No bastando controlaba hospitales, escuelas, orfanatos y hasta prisiones. También disponía de un ejercito burocrático que administraba el Imperio de las Limosnas, por lo que no les fue nada difícil llevar a cabo un levantamiento armado para evitar la imposición de la Constitución de Cádiz.

Agustín de Iturbide
Matías Monteagudo nunca tomó el papel de líder del distinguido grupo de eclesiásticos, así que en una reunión barajaron varios nombres hasta que Monteagudo propuso a Agustin de Iturbide como jefe de la Independencia, a muchos de los asistentes no les convenció, pues Iturbide había sido acusado de cometer fraudes en contra del ejército, ordenar fusilamientos innecesarios y saqueos salvajes en las poblaciones por donde había pasado en persecución de los insurgentes. Sin embargo, Monteagudo insistió sosteniendo que su candidato tenia lo necesario para encabezar dicho movimiento, indicando que Iturbide había derrotado a Morelos en Valladolid. Así, no muy convencidos la decisión fue tomada.

Finalmente, y después de varios encuentros armados las élites del nuevo país celebraron la Independencia: el ejército, los comerciantes, el clero y la nobleza criolla y peninsular festejaron escandalosamente la firma del Plan de Iguala, pues en él se hacía constar la independencia y se establecía la exclusividad de la religión católica, "sin tolerancia de otra alguna".

Fuente consultada:
Libro: 100 Mitos de la Historia de México (Francisco Martín Moreno)



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