Jesús predicaba el amor, la fraternidad y la
piedad en una época en la cual esos sentimientos eran a menudo
considerados signos de debilidad. Los evangelios dan testimonio de que entre los discípulos más queridos por él se encontraban en primer lugar las mujeres.
¿Pero como eran vistas las mujeres por la sociedad romana de aquel
entonces? Para comprender el alcance de esto es necesario analizar qué
era el Imperio Romano.
En la escuela nos llenaron la cabeza con
historias sobre generales y refinados legisladores, pero Roma era algo
muy distinto. Las mujeres se consideraban algo similar a animales y eran
propiedad de los padres y los maridos, que tenían derecho a pegarles y
matarlas si estos querían. Quien no pegaba a su mujer era considerado
un asocial. Una digna mujer romana era la que, asediada por un malvado,
se quitaba la vida. No tanto para salvar su propio honor, sino para
glorificar el del marido.
Los niños en la escuela conocían
desde pequeños la fusta (una especie de bastón para golpear), y los
educadores tenían fustas de varios tamaños y formas colgadas en clase.
Como sucede aún hoy en algunas zonas de la India, en Roma a menudo se
llegaba a matar o abandonar a las recién nacidas. Esto sucedía sobre
todo en las familias nobles. Las niñas mas afortunadas eran recogidas
por vendedores de esclavos , que las criaban, y al cumplir la mínima
edad de cinco o seis años las obligaban a prostituirse.
Esta
visión hacia las mujeres en la antigua Roma, de rechazo y desaprecio,
orillaba a una gran población de hombres a adoptar actitudes
homosexuales, pues para ellos resultaba mas fácil enamorarse de un
hombre, quienes eran maximizados por sus habilidades, fuerza y actitud
hacia la vida, sin tomar en cuenta que en una mujer también podían
resaltar estas cualidades.
Fuente:
El Libro Prohibido del cristianismo.
(Jacopo Fo, Sergio Tomat y Laura Malucelli).