Después de más de seis años de soportar los padecimientos producto de los accidentes mencionados, milagrosamente recuperó la vista y la
capacidad de caminar.
Durante la Cuaresma de 1926, Teresa tuvo una visión y comenzó a sangrar sin razón aparente. Dijo que había visto a Jesús en el Monte de los Olivos con tres apóstoles, días después tuvo otra visión de Cristo soportando la cruz. Le aparecieron estigmas en el pecho, a la altura del corazón, en las manos, pies, frente y espalda. Los estigmas eran insoportables. Ella sangraba constantemente, además brotaba sangre de sus ojos, esto sucedía de manera frecuente, principalmente en viernes santo, y así hasta el día de su muerte. En 2005, la Iglesia la declaró un "Siervo de Dios", que abre la posibilidad de una eventual beatificación y canonización.
Durante el Tercer Reich, Teresa Neumann fue el blanco de ridículo y difamación, ya que los nazis temían su creciente popularidad. Fue vigilada por la Gestapo. Nunca sufrió daños físicos, aunque su casa familiar, la parroquia y la casa del sacerdote que estaba al tanto de ella recibieron ataques directos.
Según varias fuentes, estas heridas nunca se curaron, se infectaron y aun se encontraban en su cuerpo cuando murió debido a un paro cardíaco.
