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Atentado terrorista en Morelia (2008)

La noche del 15 de septiembre de 2008 ocurrió algo que cambió radicalmente la vida de tres mexicanos que pagaron por un delito que no habían cometido. Se festejaba el tradicional Grito de Independencia y una multitud se encontraba reunida en la plaza principal de Morelia, Michoacan (México); de pronto, sin esperarlo, se escucharon dos explosiones producidas por granadas de fragmentación. Tras el estallido ocho personas murieron y más de un centenar resultaron heridas.

Juan Carlos Castro, Julio Mondragón y Alfredo Rosas fueron acusados de haber lanzado las granadas; sin embargo, esa noche, las tres personas se encontraban a 400 kilómetros del lugar donde se cometió el atentado. Habían sido detenidos por la Procuraduría General de la República (PGR) tras una "llamada anónima" que les indicó la ubicación de los presuntos culpables, los cuales, fueron encontrados en una casa vacía con huellas de tortura, maniatados y cubiertos de los ojos en el momento de su detención.




Los hombres fueron expuestos a la opinión pública en televisión y otros medios a nivel nacional como miembros de una organización dedicada al trafico de drogas. En un vídeo filmado por la PGR se podía ver un interrogatorio donde los acusados se declaraban culpables, pero algo no estaba bien: cuando se les pidió describir las granadas que utilizaron y como las arrojaron, los hombres, de aspecto humilde, desconocían como funcionaba una granada; esto levantó sospechas de un posible montaje y una detención injusta, además de que antes de dicha filmación los acusados habían sido torturados por la policía, resultando Alfredo Rosas con al menos cinco costillas rotas, incluso en el vídeo aparecían vestidos con batas de hospital; sin duda, estaban siendo obligados a culparse de algo que no habían cometido.



Juan Carlos Castro, Julio César Mondragón y Alfredo Rosas Elicea estaban siendo victimas de algo llamado "fabricación de culpables", una practica muy recurrente de las autoridades mexicanas. Todo parecía ser un autoatentado que tenia como objetivo mostrar a la población que la violencia estaba tomando terreno en el país, y que las autoridades eran capaces de hacerle frente eficazmente. Algunos medios le atribuyeron tanto el atentado, como el secuestro, a miembros del crimen organizado, mientras fuentes no oficiales sostienen que fue un montaje de las autoridades mexicanas para limpiar el nombre de políticos y corporaciones policíacas que se habían mostrado incompetentes ante el crecimiento del crimen organizado y la guerra contra el narcotráfico iniciada por el ex presidente Felipe Calderón, una guerra que dejó más de 90 mil muertos sólo en su sexenio. Se cree que también pudo llevarse a cabo un trabajo en conjunto entre policías y criminales.

Juan Carlos Castro había sido secuestrado tres días después del atentado mientras reparaba un automóvil en el negocio donde trabajaba. Su esposa levantó una denuncia y no supo nada de su paradero durante ocho días, hasta que él apareció en televisión intentando describir, torpemente, como funcionaba una granada. Durante los ocho días fue torturado hasta que aceptó ser culpable.

Las esposas de los tres hombres contaban con lo necesario para demostrar la inocencia de sus maridos y de que habían sido secuestrados los días 18, 21 y 23 de septiembre. Además se presentaron más de 30 testigos que aseguraban que los acusados estaban con sus familias la noche del atentado. No importando esto, fueron ignorados por las autoridades y se trasladó a los acusados al penal de alta seguridad de Puente Grande, Jalisco.

Información extraída del libro: Las Historias Más Negras (José Reveles)



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