Corría la época de la Guerra Fría, tras la
Segunda Guerra Mundial, Estados Unidos y la URSS se habían internado en
una carrera armamentística para estar preparados ante el riesgo de otro
enfrentamiento armado. En la lucha por
la supremacía militar y política, todo valía: desde armas nucleares
hasta espionaje y desarrollo de venenos mortales que eran probados en
seres humanos.
Los servicios secretos soviéticos montaron un
laboratorio clandestino, conocido como “La Cámara”. Este recinto nació
como un centro de investigación y desarrollo de fórmulas químicas
capaces de matar a una persona en pocos minutos, sin dejar rastro
alguno. Los destinatarios serían disidentes políticos,
delatores y oponentes del régimen soviético. El veneno ideal no debería
tener olor ni color y no podría ser detectado en una autopsia tras la
muerte de la víctima. Lo más escalofriante del caso es que los
científicos probaban la eficacia del producto en seres humanos, los
desafortunados conejillos de Indias eran los prisioneros de los campos
de concentración soviéticos (Gulags).
Por entonces, muchos
convictos debieron soportar los efectos del gas mostaza, la digitoxina y
el ricino. Aquellos tenían diferentes edades, condiciones físicas y
sexo, ya que los científicos deseaban verificar la efectividad de los
venenos en todo tipo de personas. Estas morían sin saber qué
era lo que les estaba sucediendo: se les administraba el veneno en la
comida o la bebida asegurándoles que se trataba de un medicamento. Con
el correr del tiempo, los investigadores del laboratorio obtuvieron un
compuesto que tenía las propiedades deseadas, y lo llamaron C-2. Según
algunos testimonios de la época, luego de ingerir el preparado las
víctimas se sentían desfallecer y morían a los 15 minutos.
El
principal impulsor de los experimentos y responsable del personal que
administraba los venenos era Grigory Mairanovsky, un bioquímico y doctor
ruso que durante las décadas de los 30 y 40 dirigió el laboratorio
secreto soviético. Dos de las víctimas fueron Georgi Markov, un
disidente del partido soviético que ingirió el veneno C-2 en 1978,
mientras se encontraba en Londres, y el nacionalista ucraniano A.
Shomsky.
Fuente: ojocientifico.com